Friday, May 16, 2008

La Consciencia de Zeno


A principios de marzo leí “La Consciencia de Zeno”. La había comprado a mediados de diciembre, impulsado por su doble carácter de obra maestra del modernismo (al cuál le tengo un cariño inexplicable, como suelen ser los cariños), y el hecho de que haya estado recomendada por James Joyce (se dice que uno de los modelos para el personaje de Leopold Bloom fue Italo Svevo, quien habría mantenido con Joyce en Trieste una relación similar a la de Bloom con Stephen Dedalus), pero había pospuesto constantemente su lectura, por algún motivo u otro


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La novela tiene una serie de detalles que me parecen interesantes. Haciendo uso del recurso del manuscrito, se presenta como una suerte de terapia escrita que lleva Zeno Cosini, triestino de finales del siglo XIX y principios del XX, a instancias de su psicoanalista. El psicoanálisis estaba por entonces en pañales, pero Svevo lo había estudiado a fondo. Llegó incluso a traducir alguna obra de Freud (al ser triestino, Svevo era bilingüe en alemán e italiano). Sin embargo, no son los temas o patologías, que por otra parte no puedo reconocer fácilmente, psiquiátricos los que me llaman la atención en la obra, sino la manera sutil en que Svevo pervierte la novela, con una técnica mucho menos llamativa que la que usaban Joyce, Proust o Faulkner en la misma época, pero no por ello menos transgresora, menos novedosa.



En primer lugar, me llama la atención la estructura de la novela. Lejos del esquema de inicio-nudo-desenlace, se presenta como una serie de episodios en los que de manera casi exponencial se va mostrando el mismo problema: la incapacidad de Zeno para ajustarse a lo que se espera de él socialmente. Ante esta imposibilidad Zeno, hombre mediocre, felizmente mediocre, reacciona, años después, de una manera aparentemente sardónica. Es en esa apariencia en la que reside el peso.


Porque Zeno Cosini no es un hombre feliz. Aunque diga no serlo aparentando serlo. Poco a poco van colándose en su relato las razones que se repite a si mismo una y otra vez para convencerse que él no tiene la culpa de lo que pasa a su alrededor, que todo podría haber sido controlado mejor, que él hizo lo posible, aunque no haya hecho nada, hasta que, ya al final, el peso de su remordimiento es demasiado grande y Zeno escribe sus primeras palabras verdaderamente desesperanzadas.



Y entonces uno se da cuenta de todo.


2 comments:

Memphis Blues said...

La anoto. Me interesa todo lo relacionado con Joyce y Ulises.
Saludos

Agustin Acevedo Kanopa said...

Justo cuando me lo habías comentado en el last fm, un profesor de Psicopatología al que respeto mucho me lo recomendó, por lo que lo más probable es que le de una oportunidad. Ahora estoy con El guardián entre el centeno. Ni bien lo termine de leer, este es el próximo.
Saludos, che